La procrastinación: una visión conductista del aplazar tareas

La procrastinación no es flojera ni falta de carácter: es un hábito aprendido y reforzado por sus consecuencias inmediatas.

5/8/20244 min read

Todos hemos pasado por ahí: llega el momento de empezar un trabajo, hacer ejercicio o incluso responder un correo importante… y de pronto nos descubrimos ordenando el escritorio, revisando memes o lavando platos que podían esperar. Eso es procrastinación: el aplazamiento innecesario de una tarea, a pesar de saber que hacerlo nos traerá consecuencias negativas.

La mayoría suele culparse diciendo “soy flojo” o “me falta disciplina”, pero desde un enfoque conductista la explicación es más clara, práctica y liberadora. La procrastinación no es un defecto moral, sino un patrón de conducta aprendido y reforzado por sus consecuencias inmediatas.

¿Qué nos dice el conductismo sobre procrastinar?

El conductismo radical, desarrollado por B. F. Skinner, sostiene que el comportamiento humano está gobernado por las contingencias de refuerzo y castigo. En otras palabras, lo que hacemos está determinado por lo que pasa después de hacerlo.

Cuando procrastinamos, lo que realmente ocurre es que escapamos del malestar inmediato que nos provoca enfrentarnos a la tarea (ansiedad, aburrimiento, incertidumbre). Esa sensación desagradable funciona como un estímulo aversivo, y al aplazar la tarea conseguimos un alivio momentáneo.

Ese alivio es un reforzador negativo: aumenta la probabilidad de que volvamos a procrastinar en el futuro.

El ciclo conductista de la procrastinación

Veámoslo con la contingencia de tres términos (antecedente → conducta → consecuencia):

  1. Antecedente: aparece la tarea (ejemplo: escribir un informe).

  2. Conducta: en lugar de comenzar, decides ver un video en YouTube.

  3. Consecuencia: sientes alivio inmediato (escapas de la incomodidad de enfrentar la tarea).

¿Resultado? Esa conducta se refuerza y se repite cada vez que una tarea difícil aparece en tu camino.

Este ciclo se mantiene porque, aunque a largo plazo trae consecuencias negativas (estrés, plazos incumplidos, baja productividad), el reforzador inmediato del alivio pesa más en el momento.

¿Por qué procrastinamos más con ciertas tareas?

No todas las actividades generan la misma tendencia a posponerse. Desde la perspectiva conductista, hay tres variables claves:

  • Nivel de aversión: cuanto más aburrida o compleja se percibe la tarea, más fuerte es la tendencia a evitarla.

  • Retraso del refuerzo: si la recompensa de terminar la tarea está muy lejana (ejemplo: estudiar para un examen dentro de un mes), cuesta más mantener la conducta.

  • Disponibilidad de reforzadores alternativos: hoy tenemos acceso inmediato a múltiples estímulos placenteros (redes sociales, series, comida rápida). Eso compite con las tareas que requieren esfuerzo sostenido.

Estrategias conductistas para vencer la procrastinación

La buena noticia es que, desde un enfoque conductista, la procrastinación no es un destino inevitable, sino un patrón que puede modificarse alterando las contingencias que lo mantienen.

1. Control de estímulos

Si los estímulos antecedente disparan la procrastinación (ej. notificaciones del celular), lo mejor es reducir su presencia: apagar notificaciones, usar aplicaciones bloqueadoras o trabajar en un lugar libre de distracciones.

2. Fragmentación y moldeamiento

En lugar de proponerte “escribir un libro”, divide la meta en conductas más pequeñas y alcanzables: escribir un párrafo, luego una página, y así sucesivamente. Cada paso completado debe ir acompañado de un pequeño reforzador (pausa, café, música).

3. Reforzamiento inmediato

Para contrarrestar el “refuerzo lejano” de la tarea finalizada, es necesario añadir recompensas inmediatas. Por ejemplo, permitirte 10 minutos de descanso agradable solo después de haber trabajado 25 minutos.

4. Economía de fichas

Este método, común en programas conductuales, consiste en ganar “puntos” por completar tareas, que luego se canjean por reforzadores mayores (salida especial, tiempo libre, comprar algo que deseas).

5. Reestructurar la percepción de la tarea

A veces, cambiar el estímulo antecedente hace la diferencia. Si asociamos la tarea con un ritual placentero (ej. estudiar con una bebida favorita, usar un cuaderno bonito), disminuye su carga aversiva y aumenta la probabilidad de acercarnos a ella.

Ejemplos prácticos

  • Estudio: en lugar de pensar “tengo que leer 100 páginas”, proponte leer solo 5 y date un refuerzo inmediato al terminar. Esa aproximación se va moldeando hasta alcanzar el objetivo mayor.

  • Ejercicio físico: no plantees “tengo que entrenar una hora diaria”. Empieza con 10 minutos, refuérzalo con música favorita y ve ampliando la duración progresivamente.

  • Trabajo creativo: usa la técnica del Pomodoro (25 minutos de trabajo, 5 de descanso) como forma conductista de programar reforzadores frecuentes.

Conclusión

La procrastinación no es un problema de flojera ni de falta de carácter. Es, simplemente, un patrón de evitación reforzado por el alivio inmediato que sentimos al escapar de las tareas difíciles.

Desde el conductismo, podemos ver este fenómeno sin juicios morales y con una mirada práctica: identificar los estímulos que lo disparan, debilitar las consecuencias que lo mantienen y diseñar contingencias que refuercen conductas alternativas más adaptativas.

En otras palabras: no se trata de luchar contra la procrastinación con “fuerza de voluntad”, sino de rediseñar el ambiente y los reforzadores para que trabajar en nuestras metas sea más atractivo que aplazarlas.

🔎 Referencias

  • Skinner, B. F. (1953). Science and Human Behavior. Free Press.

  • Steel, P. (2007). The nature of procrastination: A meta-analytic and theoretical review of quintessential self-regulatory failure. Psychological Bulletin, 133(1), 65–94.

  • Kazdin, A. E. (2012). Behavior modification in applied settings (7th ed.). Waveland Press.

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