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Por qué repetimos patrones en nuestras relaciones
¿Alguna vez te has sorprendido repitiendo las mismas dinámicas en tus relaciones, aunque cambien las personas?
8/18/20253 min read


Las relaciones humanas son el escenario donde mejor se refleja el poder del aprendizaje. Muchas personas notan que, a lo largo de su vida, tienden a involucrarse en vínculos que presentan características similares: parejas celosas, amistades poco confiables o jefes autoritarios. ¿Por qué sucede esto?
Desde el conductismo, la respuesta no está en la suerte ni en un destino predeterminado, sino en las historias de aprendizaje que configuran la forma en que nos relacionamos. Reconocer este proceso nos permite entender nuestras elecciones y, lo más importante, transformarlas.
El aprendizaje como base de nuestras relaciones
El conductismo sostiene que nuestras conductas —incluidas las sociales y afectivas— se moldean a través de refuerzos y castigos que hemos experimentado en el pasado. Desde la infancia, aprendemos cómo funciona el mundo social observando, imitando y recibiendo consecuencias.
Por ejemplo:
Un niño que recibe atención y cariño cuando obedece puede aprender a priorizar la complacencia en sus relaciones adultas.
Alguien que creció en un entorno donde la crítica era constante, podría normalizar las interacciones negativas y buscarlas de manera inconsciente porque le resultan “familiares”.
En otras palabras, los patrones relacionales que repetimos suelen ser el resultado de aprendizajes previos que se han consolidado a lo largo de nuestra historia.
El papel del refuerzo en la repetición de patrones
Una de las claves para entender por qué repetimos conductas incluso dañinas está en el refuerzo intermitente. Cuando una conducta social recibe atención o afecto solo de vez en cuando, se vuelve mucho más resistente al cambio.
Ejemplo cotidiano:
Una persona que tiene una pareja inconsistente (a veces cariñosa, a veces distante) puede quedarse en esa relación porque el refuerzo intermitente mantiene la esperanza de que, “tal vez esta vez sí funcione”.
Este mismo principio explica por qué algunas dinámicas poco saludables se mantienen en el tiempo, a pesar del malestar que generan.
Patrones aprendidos desde la infancia
El ambiente familiar es el primer laboratorio conductual. Allí aprendemos cómo funcionan las relaciones: qué se considera afecto, cómo se resuelven los conflictos, cómo se da o se retira la atención.
Modelado: los niños observan las conductas de sus figuras de apego y las imitan. Si ven discusiones constantes, pueden normalizar el conflicto como forma de interacción.
Refuerzos: si llorar garantiza atención, el niño aprende que esa es una estrategia efectiva para obtener cuidado.
Extinción: si expresar emociones no recibe respuesta, esa conducta se debilita y el niño podría crecer reprimiendo lo que siente.
Estos aprendizajes tempranos no determinan nuestro futuro, pero sí influyen en la probabilidad de repetir ciertos patrones.
Ejemplos de patrones relacionales
El que siempre “salva” a los demás: aprendido cuando en la infancia obtuvo aprobación al cuidar a hermanos o asumir responsabilidades tempranas.
El que evita conflictos a toda costa: reforzado cuando expresar desacuerdo generaba castigos o rechazo.
El que busca parejas críticas: repetición de dinámicas familiares donde la crítica era constante y, paradójicamente, se asociaba con cercanía.
Cómo romper los patrones desde el conductismo
1. Identificar las contingencias
Observar qué conductas repetimos y qué consecuencias las mantienen. Por ejemplo, ¿qué recibo cuando cedo siempre en una discusión? Quizá atención momentánea o evitar un conflicto mayor.
2. Modificar el ambiente
El cambio no depende solo de la fuerza de voluntad. Se trata de ajustar las contingencias: rodearnos de personas que refuercen conductas más saludables, establecer límites claros y reducir la exposición a contextos que mantienen patrones dañinos.
3. Refuerzo de nuevas conductas
No basta con dejar de hacer algo: necesitamos aprender alternativas. Si alguien evita expresar sus emociones por miedo, puede practicar hacerlo en entornos seguros, reforzando cada avance con retroalimentación positiva.
4. Apoyo terapéutico
En terapia conductual, el psicólogo ayuda a identificar los patrones, analizar sus antecedentes y consecuencias, y diseñar estrategias prácticas para modificarlos.
Beneficios de cambiar patrones relacionales
Construir vínculos más equilibrados y satisfactorios.
Desarrollar mayor autonomía emocional.
Prevenir la repetición de relaciones dañinas.
Fomentar la autoestima al reforzar conductas adaptativas.
Conclusión
Repetimos patrones en nuestras relaciones porque aprendimos, a través de la experiencia, que esas conductas tenían algún tipo de consecuencia reforzante. No se trata de mala suerte ni de que estemos condenados a revivir siempre las mismas historias. Al comprender el papel del aprendizaje y el refuerzo, podemos diseñar nuevas formas de relacionarnos, donde las conductas saludables reciban más valor que las que nos dañan.
En definitiva, el conductismo nos da una esperanza práctica: lo que fue aprendido puede ser desaprendido y reaprendido. Los patrones se pueden cambiar, y con ello, la manera en que construimos nuestras relaciones.
🔎 Referencias
Skinner, B. F. (1974). About Behaviorism. Knopf.
Baumeister, R. F., & Leary, M. R. (1995). The need to belong: Desire for interpersonal attachments as a fundamental human motivation. Psychological Bulletin, 117(3), 497–529.
Kanfer, F. H., & Goldstein, A. P. (1991). Helping people change: A textbook of methods. Pergamon Press.